Como en Esparta, cada uno es responsable de las consecuencias y el
alcance de sus palabras y de sus actos. Sigo siendo el combustible que
alimenta el fuego del miedo cuando debería ser el agua que lo extinga.
A pesar de la promesa de no superar la linea que divide el respeto de la sinrazón, me encuentro aventuras más allá de vez en cuando aunque una vez sean demasiadas. El coloso se derrumba en el momento en
el que más tiene que estar de pie y me siento responsable de ello, pero
no, sigo aquí, cargado emocionalmente y aguantando el chaparrón, frío,
ventoso, solitario y deprimente...
Re-escribo el
párrafo dos, tres, cuatro veces. No me convence, no me gusta, no es
fresco. Es repetitivo, es lo mismo, cíclico y vicioso, no voy a seguir
retroalimentando un monstruo que quiero que desaparezca. Mis armas son
limitadas y mi energía se consume en un día a día plagado de minas y
obstáculos que por suerte o por habilidad consigo esquivar, pero no me
sirve de nada si llego al final y me empujan al vacío.
Y
allí me encuentro, en la nada, en el vacío. Hace mucho frío pero hay
silencio, demasiado para mi gusto. Y mientras estoy aquí estudiando y
dándole vueltas a la cabeza intentando entender y vuelvo a
re-escribir el párrafo porque no me salen las palabras, se aturullan en
un intento de decir de manera velada muchas cosas para quien quiera
entender y muy pocas para quien no tenga ni idea. Pero no tengo ganas,
el vacío me absorbe y la desgana me supera. Ahora mismo no me puedo
permitir algo así, tengo que hacer lo que tengo que hacer y nada debe
impedírmelo. Mira el título del post, míralo bien, leelo una, dos, tres o
mil veces hasta que interiorices el significado. Ver sin mirar, oir sin
escuchar, hablar sin pronunciar sonidos, sentir sin tocar... se puede
conseguir.